Tras ver el primer piso, una tal Lori me dijo que me enseñaba el que alquilaba. De puro contento, llegué al barrio dos horas antes de la cita.
Quizá sea raro, pero no me había hecho ninguna
idea de cómo sería Vancouver. Vale, había visto la foto esa desde la distancia
en la que salen los edificios iluminados, pero eso habla de una ciudad lo que
una radiografía de una persona. Y entonces me pasó la primera cosa alegre que recuerdo de este viaje: Creo que le pasa a todo el mundo. Nos presentan a alguien de quien hemos oído hablar y tras verle decimos: no me lo esperaba así. Aún
más, en mi caso, es frecuente que si me preguntan qué esperaba (pues), tenga el
cuajo de decir no lo sé, pero así no. Pues
con mi barrio me pasó justo lo opuesto. Nada esperaba de aquí, pero cuando
vi las calles que precedían a la mía y la mía propia, me dije: así esperaba yo Vancouver.
Veinte minutos antes de la hora de la cita con la que es mi casera, estaba yo sentado
en el banco que hay enfrente a mi portal (ver foto) diciéndome: poco te tiene que gustar para que no te lo quedes (insisto, ver foto). 10 minutos después un vancuverita salió del portal. Me sobrepasó para segundos después
girarse y reevaluarme. Yo hice lo propio: era un pelín más bajo que yo, un
mundo más musculoso. Rubio, ojos azules. Camisa y bermudas de cuadros, no
iguales, afortunadamente, y pelo a lo Tintín. Ese tipo de persona que uno imagina bebiendo leche ruidosamente cada media hora y jugando al hockey sobre hielo todas las tardes. Como diría mi abuela en su dicotómica definición
de las parejas de sus nietos: muy limpio. Y como me dije yo: tal y como me esperaba yo a un compañero de piso canadiense. Y, en efecto, me preguntó si era yo el que
iba a ver el piso en el que vivía. Le pregunté si estaba bien. No necesitaba oír su respuesta. La capacidad de autosugestión que yo tenía no hubiera asimilado respuestas negativas. Hasta tal punto, que me despedí de él diciéndole luego nos vemos. Porque a esas alturas yo ya sabía que la casa me la quedaría porque iba a se tal y como (no) me la había imaginado.
Woau!!!!!!!!!! ¿Esa es tu dirección? Para meterme en Street View a cotillear.
ResponderEliminarNo sé los canadienses, los americanos se pueden dividir entre los que se beben un vaso de leche fresquita entera de un tirón cada mañana, y lo que desayunan en McDonalds.
Jo, esa no es la dirección. Malditos vigoréxicos bebedores de leche atintinados. No, el pobre no tiene culpa, pero prefiero volcar el horror en él ya que no lo conozco.
ResponderEliminarMe alegro que te guste el piso que no te habías imaginado pero sí esperabas que te gustase... un momento...
Esa sí es la dirección, pero no muestra el nombre de la calle. Eso ya si eso os lo mando por correo interno.
ResponderEliminarLo de la dicotomía "sanotes" new age y "comedores de hamburguesas" se ve. Pero diría que menos que en Eeuuuuuu...
Aquí los sanotes ganarían las elecciones.
Me alegra que os alegre que creyera que me iba a gustar un piso que no había visto. La alegría estaba barata ese día.